Casi por puro azar, empecé a seguir en las veladas bochornosas de septiembre -que parece tocan a su fin, ¡por suerte!- una serie, de Disney+ concretamente: Blinded. Más tarde, una vez introducido en la trama, recurrí a la infalible arma del diccionario para encontrar el significado: algo así como “encegados”. Un título más que apropiado, tanto literal como figuradamente.
Aviso: no habrá anticipación del desenlace de los hechos (detesto someterme sin protestar a la tiranía de los anglicismos), mas si se hablará del desarrollo. Alertados estamos.
La serie, de ocho capítulos que seguramente continuarán en una nueva temporada cuya temática principal se anuncia al final, va de crisis bancarias y de la ética de los periodistas y de los medios de comunicación. Y también de la nueva esclavitud que la tecnología de la red ha generado para estos profesionales: la inmediatez inmediata de la notícia, veinticuatro horas al día y 365 días al año. No hay reposo.
En un importante banco sueco, las inversiones han derivado en un desastre que sus responsables ocultan a todo el mundo: clientes, accionistas, autoridad financiera y sociedad en general. Las cuentas del trimestre pueden pasar la prueba del algodón. Una periodista sospecha y resulta que su amante es el “capo”, o sea el gran preboste ejecutivo, del banco en cuestión, lo cual enturbia, a mi modo de ver, la moralidad del desarrollo posterior de la historia, pero no desmerece los aspectos laterales que me han resultado verdaderamente apasionantes.
Los inversores del banco juegan a la ruleta con el dinero… y van perdiendo… y cada vez pierden más y más… hasta llegar a un punto de no retorno. Se lo juegan todo al negro… y el desastre es infinito. ¿Les suena? ¿Las crisis que vivimos, mejor, padecimos hace diez años?
La reportera investiga, poco a poco consigue detalles y va ahondando en la realidad, aunque tropieza con el secretismo, los obstáculos, las medias verdades, los desvíos malintencionados; pero ella replica con la insistencia, la presión a los amigos y hasta recurre al chantaje para conseguir su propósito: publicar la verdad. Evidentemente, se arma el belén y llega la sangre; real, no figurada.
Asistimos, en consecuencia, a una visión de la catástrofe financiera que el mundo padeció a partir de 2008, ligada, que en el fondo es lo que más me interesa, a su relación con los medios de comunicación. ¿Una noticia que va a hundir un banco, dejar sin dinero a accionistas y clientes y sin trabajo a los empleados debe publicarse? ¿Es lícito cualquier medio y acción para obtener una información? Son preguntas que se plantean en un momento u otro.
Y también está la cuestión profesional periodística. Un minuto después de publicada la exclusiva mundial, el redactor jefe/director del medio -en este caso, escrito, digital, televisivo, o sea, multimedia, como los tiempos que vivimos- le lanza la pregunta: ¿qué tienes de nuevo?
A partir de ahí es cuando la protagonista se plantea otros esquemas, informativos y de la vida en general, más allá de la propia noticia, de la propia información que tienes delante.
Es una serie de televisión, efímera de una semana, como sucede actualmente con todo, pero que suscita reflexiones interesantes.
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